Los Desposeídos // Ursula K. Le Guin

Palabras clave: capitalismo, socialismo, anarquía, anarco sindicalismo, anarco capitalismo, economía sostenible, planificación económica, sistemas planificados, planificador central, economía política, economía ecológica, economía cooperativista, economía del medioambiente, equidad, sostenibilidad. “Los Desposeídos”, Ursula K. Le Guin.

Ursula K. Le Guin (1974) “The Dispossessed”, Hainish Cycle & 6, ed. Harper & Row, USA, ISBN 0-06-012563-2.

Ursula K. Le Guin (2018) “Los Desposeídos”, Ciclo de Hainish & 5, Minotauro, Barcelona, ISBN  978844500533.

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Ya en las primeras líneas de esta novela percibes que no se trata de un escrito de ciencia ficción convencional. No es una mera descripción de sistemas políticos o de ideas sostenibles para un futuro mejor. La novela implica un salto cualitativo al plantear un modelo cerrado de sociedad anarquista avanzado en contraposición a los sistemas planificados y capitalista.

La trama plantea a un brillante físico teórico, Shevek, y sobre él discurre todo el entramado de ideas. Se plantean dos espacios temporales y dos planetas en un conocido sistema para los lectores de ciencia ficción, Tau Ceti. Los Desposeídos establece continuos contrastes en todo lo que describe, en los planetas, en los individuos, en los sistemas económicos. El primer planeta es Urras, diversidad y riqueza le definen con dos regímenes políticos diferenciados, el mayoritario y capitalista (con los A-Io) y el comunista (con los Thu). Los individuos conflictivos, los que sobraban, los problemáticos o los desposeídos –para Le Guin- son expulsados al otro planeta, Anarres. Mundo árido y seco, desértico y de escasa ecología.

Y comienzan los conflictos entre ambos, anarresti o también odonios de Anarres y urrasti de Urras, y también comienza la economía. Conflictos entre planetas, Urras y Anarres, o en términos de administración de empresas, matriz y filial. La matriz establece las pautas, el régimen de funcionamiento, organiza y dispone. La filial, como tantas veces, subyugada a la dirección de la matriz, pero intentando liberarse.

Traían aceites fósiles y productos derivados del petróleo, piezas mecánicas delicadas y elementos electrónicos que la industria anarresti no estaba en condiciones de proporcionar, a menudo alguna nueva cepa de árboles frutales o de plantas gramíneas. Y regresaban a Urras cargadas hasta el tope de mercurio, cobre, aluminio, uranio, estaño y oro. Era, para ellos, un negocio pingüe. La distribución de tales cargamentos ocho veces al año constituía la función más prestigiosa del Consejo Urrasti de Gobiernos Mundiales, y el acontecimiento más importante en el mercado de valores urrasti. En la práctica, el Mundo Libre de Anarres era una colonia minera de Urras.

Conflicto entre sistemas económicos, mayoritariamente capitalista aunque también comunista en el primer planeta y anarquismo en el segundo planeta. Y como tantas veces con la total incomprensión de unos respecto de otros. Y aparece Shevek, con más conflictos, físico excepcional y sin embargo maniatado en ambos planetas. Educado en el anarquismo pero intentando construir puentes hacia otros sistemas.

-Vea, sé que ustedes no toman las cosas, como nosotros. En el mundo de ustedes, en Urras, las cosas hay que comprarlas. Yo voy al mundo de ustedes, no tengo dinero, no podré comprar, de manera que hubiera tenido que traer. Pero ¿cuánto podría traer? Ropa, sí, podría traer un par de mudas. Pero ¿comida? ¿Cómo podría traer comida en cantidad suficiente? No pude traer, no podré comprar. Si tienen interés en que siga viviendo, tendrán que proporcionarme comida. Soy un anarresti, y obligo a los urrasti a comportarse como anarresti: a dar, no a vender. Si lo desean. Naturalmente, no tienen ninguna obligación de conservarme vivo. Soy el Mendigo, ya lo ve.

La visión de Shevek de las personas en los mundos capitalistas resulta estremecedora. Es la misma visión que se observa en cualquier ciudad del mundo, individuos con miradas perdidas, temerosos, agresivos, preocupados, solitarios.

Shevek vagabundeó a través de acres de mármol pulido bajo aquella bóveda enorme y etérea, y llegó por fin a la larga serie de puertas por las que entraban y salían multitudes urrasti, todos con un determinado propósito, todos separados. Todos tenían, para él, rostros ansiosos. Ya antes había observado esa misma ansiedad en las caras de los urrasti, y se había preguntado cuál sería la causa. ¿Sería porque, aunque tuvieran mucho dinero, estaban siempre preocupados por ganar más, por el temor de morir en la pobreza? ¿Se sentirían culpables porque aunque tuvieran muy poco dinero siempre había alguien que tenía menos? Cualquiera que fuese la respuesta, todos los rostros se parecían. Shevek se sintió terriblemente solo.

Pero la novelista profundiza en el anarquismo utópico que describe con impresionante nitidez. Realmente, lo que hace en términos de economía política es establecer un sistema económico completamente diferente.

En el árido Anarres, las comunidades tuvieron que dispersarse en busca de recursos, y eran pocas las que se bastaban a sí mismas, por más que hubieran reducido lo que se entendía por necesidades primarias. En verdad, habían tenido que prescindir de muchas cosas, pero hasta un cierto grado; no estaban dispuestos a recaer en el tribalismo pre-urbano, pre-tecnológico. Sabían que el anarquismo era para ellos el producto de una civilización muy desarrollada, de una cultura y diversificación compleja, de una economía estable y una tecnología altamente industrializada, capaz de mantener un elevado nivel de producción y distribuir con rapidez los bienes de consumo.

Por muy vastas que fuesen las distancias que había entre las colonias, todas se consideraban partes de un complejo organismo. Primero construían los caminos, y luego las casas. El intercambio de recursos y productos regionales era constante, en un intrincado proceso de equilibrio: ese equilibrio de la diversidad que es fundamento de la vida, de la ecología natural y social.

Anula los mercados, es decir, anula los precios y de igual forma anula la estructura de demanda y oferta que regula los mismos. Elimina el sistema de propiedad dándole una patada completa a toda la economía pública y a la economía del bienestar con sus derechos de propiedad. Anula toda la ventaja comparativa y los valores añadidos en términos de comercio, de hecho, lo apuntala como comportamiento antisocial. Aún va más lejos organizando todo el sistema de producción en asociaciones de tipo voluntario donde no se pueden obtener ganancias ni propiedades que capitalizar, es decir, anula los incentivos por beneficios y la propiedad.

—Lo que ha oído. Escuche, ¿no fue Odo quien dijo que donde hay propiedad hay robo?

—« Para hacer un ladrón, haz un propietario; para que haya crímenes, haz leyes» . El Organismo Social.

Los precios relativos de los factores de producción también son limitados. No hay salarios ni tipos de interés puesto que no hay remuneraciones por trabajos realizados ni préstamos. En resumen, no existe el dinero.

Aquí, ustedes piensan que el incentivo del trabajo es la economía, la necesidad de dinero o el deseo de acumular riqueza, pero donde no existe el dinero los motivos reales son más claros, tal vez. A la gente le gusta hacer cosas. Le gusta hacerlas bien.

Y por si fuera poco lo anterior, el problema de asignación de recursos, es decir el problema central de la economía por la escasez, lo establece a través de un comité central de individuos elegidos por sorteo y limitados en el tiempo, sin remuneraciones especiales ni derechos adquiridos de ningún tipo.

En Anarres no tenemos nada más que nuestra libertad. No tenemos nada que daros excepto vuestra propia libertad. Tampoc leyes excepto el principio único de la ayuda mutua. Carecemos de gobierno excepto el principio único de la libre asociación. No tenemos naciones, ni presidentes, ni ministros, ni jefes, ni generales, ni patronos, ni banqueros, ni propietarios, ni salarios, ni caridad, ni policía, ni soldados, ni guerras. Tampoco tenemos otras cosas. No poseemos, compartimos. No somos prósperos. Ninguno de nosotros es rico. Ninguno de nosotros es poderoso.

Si lo que vosotros queréis es Anarres, si es ése el futuro que buscáis, entonces os digo que vayáis a él con las manos vacías. Tenéis que ir a él solos, solos y desnudos, como viene el niño al mundo, al futuro, sin ningún pasado, sin ninguna propiedad, dependiendo totalmente de los otros para vivir. No podéis tomar lo que no habéis dado, y vosotros mismos tenéis que daros. No compráis la Revolución ni hacer la Revolución. Sólo podéis ser la Revolución. Ella está en vuestro espíritu, o no está en ninguna parte.

Unas reflexiones de Shevek nos ayudan a conocer la opinión de Leguin sobre la economía en el entorno capitalista.

Ganaba dinero por los trabajos que escribía. Ya tenía en una cuenta del Banco Nacional las 10.000 unidades monetarias internacionales del premio Seo Oen, y una subvención de 5.000 del gobierno ioti. Esa suma se veía ahora acrecentada por el sueldo de profesor y el dinero que le había pagado la prensa universitaria por las tres monografías.

Al principio todo eso le pareció divertido, luego se sintió incómodo. No tenía por qué desechar como ridículo algo que allí era, al fin y al cabo, tremendamente importante. Intentó leer un texto elemental de economía; se aburrió a más no poder, era como escuchar a alguien que contaba y volvía a contar interminablemente un sueño largo y estúpido. No pudo obligarse a entender cómo funcionaban los bancos y todo lo demás, pues las operaciones del capitalismo eran para él tan absurdas como los ritos de una religión primitiva, tan bárbaras, tan elaboradas, tan innecesarias.

El mundo de Los desposeídos, el mundo de Úrsula K. Leguin es un hermoso mundo utópico donde unas veces te encuentras bien y otras muchas lo sientes lejano. Pero es un sistema diferenciado y contrapuesto a lo conocido, con una efectividad excepcional. Y al final Shevek debe decidir si apuesta por Urras o por Anarres, y decide…

—Yo tengo algo que ellos quieren —dijo—. Una idea. Una teoría científica. Dejé Anarres porque pensé que aquí podría hacer el trabajo y publicarlo. No comprendí que aquí una idea es propiedad del Estado. Yo no trabajo para un Estado. No puedo tomar el dinero y las cosas que ellos me dan. Quiero irme. Pero no puedo volver a Anarres. Por eso vine. Usted no quiere mi ciencia, y tal vez tampoco quiera el gobierno que tiene.

Juan Vega

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Puedes encontrar más información general de la novela en Wikipedia y amplias opiniones personales en foros de Goodreads. Una discusión de los fundamentos teóricos de la economía en la ciencia ficción / fantasía puedes leerla en Estado de la Cuestión en este mismo blog.

Imágenes de Clker-Free-Vector, anncapictures y OpenClipart-Vector de Pixabay.

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