Cuando Falla la Gravedad // George Alec Effinger

Palabras clave: Economía sumergida, mercados negros, economía callejera, estafas, trapicheo. “Cuando Falla la Gravedad” de George Alec Effinger.

George Alec Effinger (1986) “When Gravity Fails” (serie Marîd Audran #1), ed. Arbor House, USA, ISBN: 9780765313584.

George Alec Effinger (1989) “Cuando Falla la Gravedad” (serie Marîd Audran #1), Ediciones Martínez Aroca. Colección Gran Super-Ficción. ISBN 8427013698.

——————————————

Se trata de la primera novela del ciclo Marîd Audran, tras ella Effinger continua con “Un Fuego en el Sol” dos años después y, por último, “El Beso del Exilio”. En el más puro estilo ciberpunk de los años 80, describe una sociedad deprimente, miserable, con estados fracturados y sociedades decrépitas, hardware en cuerpos para controlar sensaciones, deseos, impulsos o establecer personalidades y cómo no, delitos de todo tipo y mucha prostitución, drogas y crimen organizado. Una descripción, tal vez similar a su complicada vida, llena de duras enfermedades, adicciones, insolvencia, desajustes sentimentales…y sin embargo, con un instinto único para la escritura de ficción.

Ambientada en el siglo XXII, en concreto en 2172 en una bulliciosa e imaginaria ciudad del norte de África, y en su barrio más conflictivo, el Budayeen. El escenario de la trama es muy singular respecto a novelas precedentes de ciencia ficción. El conocido mundo occidental abanderado por Estados Unidos y Europa más Rusia ha entrado en declive y se ha convertido en una especie de reinos de taifas con peleas y disputas entre ellos. Sin embargo, la sociedad musulmana incrementa su apogeo liderando el mundo conocido.  El ambiente de una plaza de estas características está absolutamente conseguido en su trilogía y, sin embargo, no hay referencias reales de que Effinger hubiera tenido contacto con un área de este tipo, lo cual resulta más asombroso.

Effinger es cuidadoso al establecer como primer mundo la sociedad árabe, es decir, le atribuye el poder económico y tecnológico pero respeta el marcado carácter religioso de esa sociedad. Ahora bien, cuando entra Marid Audran en escena, su personaje principal, todos los cuidados desaparecen. Hijo de una prostituta de origen magrebí se dedica a todo y a nada es decir, al trapicheo. Cualquier negocio es bueno si obtiene dinero. Pero es independiente, no pertenece a ningún grupo o banda, una especie de autónomo de lo que está muy orgulloso.

Yo nunca voy armado. Me paseaba solo y sin armas entre los criminales del Budayeen, porque yo era especial, libre, orgulloso y estúpido. Me hacía esas ilusiones, y vivía en una especie de falacia romántica. No era más excéntrico que la mayoría de los locos de atar.

La economía que describe Effinguer es tan peculiar como la ambientación de su novela. No vas a encontrar problemas de asignación de recursos en economías más o menos planificadas. Ni problemas de comercio que puedan fracturar mercados. Tampoco sistemas financieros con monedas inimaginables. La economía de la novela no va de eso. Se sitúa en el lado opuesto. Economía “underground”, mercados negros o economía callejera junto con estafas, engaños, timos, mentiras o trapicheos, todo por unas monedas. La descripción del típico regateo de los zocos mezclando los comentarios religiosos con cada nueva oferta es magnífica.

Se volvió y me sonrió de nuevo.

—A seis kiam cada una de las soneínas.

—¿Seis? pregunté —. Es ridículo. Las puedo conseguir por dos y medio.

—¿Estás loco? En ningún lugar de la ciudad puedes sacarlas por menos de cuatro.

—Está bien —dije—. Te daré tres kiam por cada una. Hajjar levantó los ojos.

—No fastidies —dijo con disgusto—. Que Alá me conceda vivir lo suficiente sin ti.

—¿Cuál es tu precio más bajo? Quiero decir el «más bajo».

—Ofrece lo que creas correcto. —Tres kiam —dije otra vez.

—Por ser tú —dijo Hajjar, serio—, te las dejaré a cinco y medio. —Tres y medio. Si no quieres mi dinero, encontraré quien lo quiera. —Que Alá me sostenga. Espero que tu proveedor esté bien.

—¡Qué demonios, Hajjar! De acuerdo, cuatro. —¿Qué?, ¿te crees que voy a hacerte un regalo?

—No son ningún regalo a este precio. Cuatro y medio. ¿Te parece bien?

—Está bien. Encontraré el consuelo en Dios. No me ganaré nada, pero dame el dinero y cerremos el trato.

Así es como los árabes de la ciudad regatean, en un zoco por un jarrón de bronce, o en el asiento delantero de un coche de policía.

Por su puesto, todo fuera del control oficial, todo sumergido. Es el lado opuesto de la economía visible, lo que no implica que sea marginal. De hecho, el tema de la economía sumergida es una pauta constante de los países de cultura mediterránea. Effinguer eligió bien la ambientación de la novela.

Audrian hace lo que sea por algo de dinero, cualquier trabajo por extraño que sea para sobrevivir. Sus socios son camareros, prostitutas, amantes, policías, estafadores de cualquier nivel. Les gusta timar a estúpidos turistas que llegan fundamentalmente para buscar sexo pero, si hay posibilidad de engañar a un ciudadano del Budayeen no se lo piensa. En resumen, hábitat urbano, informática biónica y economía callejera, el mejor ciberpunk.

Las escenas en el prostíbulo de Chiriga “Chiri”, la dueña del mismo, son continuas. Es el auténtico hogar de Audrian. Afirma que él siempre se sienta en las mesas del fondo del local para diferenciarse de los clientes esporádicos, de los turistas o de los pervertidos. Le gusta especialmente observar a las chicas como despluman a los clientes babosos.

Frenchy cobraba ocho kiam por cóctel, que compartía con la chica que los pedía. Yasmin ya había limpiado treinta y dos kiam a esos alegres vagabundos del mar y, por el aspecto que tenía, aún iba a arrancarles más, la noche era joven todavía. Y eso sin incluir las propinas. Era una joya digna de ser contemplada, podía separar a un tipo de su dinero más rápido que nadie, excepto quizá Chiriga.

(…)

Comprabas bebidas a las chicas, contemplabas sus cuerpos perfectos, y pretendías gustarles. Y también ellas trataban de gustarte. En el momento en que dejabas de gastar dinero, se levantaban e intentaban agradar a otro.

Audrian funciona al contado, nada de tarjetas u otro medio de pago, solo cash.

Tengo tendencia a patearme el dinero si lo llevo demasiado tiempo en el bolsillo. Ahorrarlo es mejor, convertirlo en crédito electrónico. No me permito el uso de una tarjeta de crédito por si me arruino cualquier noche en la que esté demasiado cargado para saber lo que hago. Pago en metálico o no compro. Así no desperdicias bytes, no, sin una tarjeta.

Otra constante de la novela son los turistas, individuos a los que hay que desplumar sin miramientos.

Los turistas encontraban los recuerdos que buscaban, a pesar de que la mayor parte de abalorios estaban hechos en otros países, a muchos kilómetros de distancia. Probablemente no exista artesanía local en toda la ciudad, así que los turistas curioseaban felices entre loros de paja de alegres colores de México y abanicos de plástico de Kowloon. A los turistas no les importaba; así, nadie quedaba decepcionado. Todos éramos muy civilizados aquí, al borde del desierto.

(…)

—A partir de ahora, voy a buscarme un pequeño negocio, tranquilo, vendiendo monedas falsas a los turistas. No quiero más problemas.

Detalles sobre drogas.

Las drogas son tus amigas, trátalas con respeto. No arrojarías a tus amigos a la basura. No tirarías a tus amigos por el retrete. Si tratas de esa forma a tus amigos y a tus drogas, no mereces a ninguno de los dos. Dámelos a mí. Las drogas son maravillosas. No escucharé a nadie que intente convencerme de que las deje. En todo caso, abandonaría la comida y la bebida; de hecho, a veces lo hago.

(…)

—¿Quieres comprar algunas soneínas? —me preguntó —. Sé que las tomas. Me habría gustado comprar más, pero me parecía extraño comprárselas a un policía. El tráfico de drogas estaba tolerado en el Budayeen, del mismo modo que el resto de nuestras inofensivas debilidades. Algunos policías no hacían cumplir todas las leyes; podías comprar droga a muchos oficiales.

O sobre estafas.

«Es una camarera del Big AFs Old Chicago. Pedí una bebida y cuando me trajo el cambio, había humedecido la bandeja con una esponja y la sostenía en alto, donde yo podía verla. Tuve que alargar el brazo para coger el cambio, y el último billete se quedó pegado a la parte húmeda de la bandeja». Así que le tiré de las orejas. «Fuad, Fuad —le dije —, ése es el truco más viejo del libro. Debes haberlo visto un millón de veces.

La novela de Effinguer es impactante, porque se trata de uno los mejores autores de Ciberpunk que puedes leer, porque rompe con la tendencia en las ambientaciones al ubicarse en los países de la media luna y porque consigue un personaje único que te desplaza hacia ambientes diferenciados. Todo ello en una economía de subsistencia en una versión de los mercados absolutamente radical. Un gran trabajo.

Juan Vega

——————————————————

Puedes encontrar más información general de la novela en Wikipedia y amplias opiniones personales en GoodReads. Una discusión de los fundamentos teóricos de la economía en la ciencia ficción puedes leerla en “Estado de la Cuestión” en este mismo blog.

Imágenes de Masjid-g886dadf y Waqarahmad en Pixabay.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Ir al contenido